Fotografía: Paco Sánchez |
Se marchó desde muy joven a la localidad de Paradas para trabajar, pero su
vocación era el cante flamenco, que aprendió de oído gracias a la radio.
En el año 1968, se alzó con el galardón del Concurso de Mairena del Alcor,
el más importante de la comarca de la campiña en aquellos años, gracias a una
magnífica interpretación por seguiriyas. A partir de ahí, se convirtió en uno
de los artistas más aclamados por el público, siguiendo los pasos de sus
paisanos, como por ejemplo, La Niña de la Puebla y José Meneses. Tras el éxito
se marchó a Madrid, donde trabajó durante seis años en el tablao Zambra junto
con grandes artistas como Pericón de Cádiz o Rosa Durán. Pablo Parrilla, ex
presidente de la Peña Cultural Flamenca de Paradas ‘Miguel Vargas’ recuerda que
durante esta época “se fundó la peña con
su nombre y él estaba a caballo entre Paradas y Madrid”.
En aquella
época, Miguel Vargas grabó su primer disco, ‘Un
morisco en Paradas’, con la guitarra de Melchor de Marchena. Además, trabajó
en los primeros intentos de un teatro andaluz que emplea el cante flamenco como
elemento dramático.
Muchos premios ha recibido el cantaor a lo largo de su carrera, como son
los galardones del concurso de Archidona y
el Yunque de Oro de la Tertulia Flamenca de Ceuta. También ha ofrecido
recitales en teatros tan importantes como los parisinos Olympia y La Villa,
además de diversos centros universitarios, centros culturales y peñas
flamencas.
"Miguel Vargas es uno de esos cantaores que
afrontan lo jondo dándole a este arte máxima dignidad, con plena conciencia de
que ofician una ceremonia única y transcendente. Miguel Vargas nunca trivializa
el cante, ni aún los estilos considerados menores… Bien al contrario, entiendo
que Miguel aborda cada nueva creación suya con un propósito enriquecedor, en la
doble dirección de extraerle al cante sus más recónditos matices y darle a
cambio la máxima capacidad expresiva y comunicativa de su hermosa voz. El cante
de Miguel Vargas se convierte así en un acto de comunión, que para mí es la
forma idónea de transacción en que debe producirse el flamenco. De otra forma
no puede explicarse la belleza que impregna todo el cante de Miguel Vargas, ni
la rara perfección de algunas de sus interpretaciones. Las siguiriyas, las
soleares, los tientos, la toná y la liviana son verdaderamente ejemplares.”, expresó Ángel Álvarez Caballero de Miguel Vargas y su
personalidad.
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